En el turbulento mar de tareas y responsabilidades que conforma nuestra existencia diaria, existen ciertos asuntos que, como sirenas cautivadoras, nos atrapan con su canto melodioso de “no es urgente, pero sí importante”. Son esos temas espinosos, difíciles de descifrar y que, si bien no exigen una resolución inmediata, tampoco pueden ser ignorados por completo. ¿Qué hacer entonces con estas criaturas mitológicas de la procrastinación? La respuesta, señores, reside en la creación de un santuario sagrado: la carpeta “Para más adelante”. O carpeta “Ni se sabe” como tenía sabiamente mi amiga Isabel Gómez-Caridad, del CSIC, cuando era secretaria de Redacción de la Revista Española de Documentación Científica.
Esta carpeta, cual arca de Noé para los problemas inciertos, se convierte en un refugio seguro para todas aquellas tareas que, por el momento, se resisten a nuestras garras resolutivas. Es un espacio donde los asuntos duermen plácidamente, acunados por la promesa de un futuro indefinido donde, tal vez, reciban la atención que merecen.
Pero la carpeta “Para más adelante” no es solo un repositorio de tareas pendientes, sino también una herramienta estratégica de supervivencia. Al depositar en ella esas cargas pesadas que nublan nuestro presente, ganamos tiempo precioso para enfocarnos en lo urgente, en lo que exige nuestra atención inmediata. Es como delegar la resolución de un problema a nuestro yo futuro, un yo más sabio y experimentado que, sin duda, sabrá qué hacer.
Y lo mejor de todo es que, en muchas ocasiones, ni siquiera será necesario que nuestro yo futuro intervenga. El tiempo, ese gran aliado de la procrastinación, se encargará de convertir muchos de estos asuntos en piezas de museo, en reliquias de un pasado que ya no nos concierne. El problema se habrá resuelto solo, por obra y gracia de la obsolescencia, ahorrándonos un tiempo y esfuerzo considerables.
Por supuesto, la carpeta “Para más adelante” o “Ni se sabe” no es una solución mágica para todos los problemas. No es excusa para la pereza crónica ni para la evasión constante de nuestras responsabilidades. Pero sí es una herramienta valiosa para gestionar el ajetreado ritmo de vida actual, permitiendo que prioricemos lo urgente sin perder de vista lo importante, aunque este decida esperar pacientemente en su limbo temporal.
Así que la próxima vez que te encuentres frente a una tarea que te susurra “no es urgente, pero sí importante”, no te resistas a su canto seductor. Acompáñala con una sonrisa irónica y deposítala en la carpeta “Para más adelante”. Deja que el tiempo haga su magia y, quién sabe, tal vez te encuentres con una grata sorpresa en el futuro. O, en el peor de los casos, habrás ganado tiempo valioso para resolver problemas más urgentes. En cualquier caso, la carpeta “Para más adelante” siempre estará ahí, lista para acoger a los nuevos miembros de su peculiar familia de tareas procrastinadas.
El truco del archivo/almacén intermedio
En muchos lugares tirar archivos de papel es muy complicado. Además de la burocracia necesaria, uno se puede encontrar con directivos sentimentales que jamás quieren desprenderse de ellos. Hay una solución muy sencilla: no se tira nada. Se guarda todo en un almacén en el sótano donde debe procurarse que haya unas buenas goteras o humedades imprevistas que, ¡oh desgracia, al cabo de unos meses dejan todos los papeles irreconocibles.
Tomàs Baiget
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