Lluís Codina, Universitat Pompeu Fabra, Barcelona
7 de enero de 2025
A raíz de un mail anunciando la actualización de las recomendaciones del ICMJE (International Committee of Medical Journal Editors) “Recommendations for the conduct, reporting, editing, and publication of scholarly work in medical journals“. https://www.icmje.org/recommendations
Lluís Codina envío este mensaje:
Estas recomendaciones son del Comité Internacional de Editores de Revistas de Medicina pero recordemos que son las normas que adopta COPE (Committee on Publication Ethics) que representa a revistas de todos los temas. La razón es fácil, las revistas médicas son las que han elaborado tradicionalmente las normas éticas mejor fundadas en comunicación académica, y las que han desarrollado los mejores protocolos de calidad en la redacción de artículos, así que las demás revistas las toman como orientación fundamental.
Destaco dos apartados clave de las Recomendaciones:
- ¿Quién es autor?
El ICMJE recomienda que la autoría se base en los siguientes 4 criterios:
- Contribuciones sustanciales a la concepción o diseño de la obra; o la adquisición, análisis o interpretación de datos para la obra; y además,
- Redactar la obra o revisarla críticamente para determinar su contenido intelectual importante; y además,
- Aprobación final de la versión que se publicará; y además,
- Acuerdo de ser responsable de todos los aspectos de la obra para garantizar que las cuestiones relacionadas con la precisión o integridad de cualquier parte de la obra se investiguen y resuelvan adecuadamente.
- Contribuyentes que no son autores
Los contribuyentes que cumplen menos de los 4 criterios anteriores para la autoría no deben figurar como autores, pero deben ser reconocidos.
Ejemplos de actividades que por sí solas (sin otras contribuciones) no califican a un colaborador para la autoría son la adquisición de fondos:
– supervisión general de un grupo de investigación o apoyo administrativo general;
– asistencia en la redacción, edición técnica, edición de idioma y corrección de pruebas. Aquellos cuyas contribuciones no justifican la autoría pueden ser reconocidos individualmente o juntos como grupo bajo un solo encabezado (por ejemplo, “Investigadores clínicos” o “Investigadores participantes”), y sus contribuciones deben especificarse (por ejemplo, “sirvieron como asesores científicos”, “revisaron críticamente la propuesta de estudio”, “recopilaron datos”, “proporcionaron y atendieron a los pacientes del estudio”, “participaron en la redacción o edición técnica del manuscrito”).
Por lo tanto, dejémonos ya de tonterías que insultan la inteligencia: si un investigador está en el grupo de los que firman uno o más artículos a la semana, todo el año, sumando 100 o más artículos al años es un potencial defraudador. Este investigador no tiene tiempo no ya de aplicar alguna de las 4 condiciones, no tiene ni tiempo de leer lo que firma, o sea no cumple ni con los puntos 3 y 4 que son los más fáciles.
Dejemos de hablar entonces de autores super productivos, y pasemos a llamarlos autores super firmantes o autores super potencialmente defraudadores. Punto.
Luego vienen todas las explicaciones patéticas cuando alguno de los artículos es retractado y dicen sin muestra de pudor: “es qe no leo los artículos que firmo”.
No sé donde está la barrera que define a un autor como potencial autor fraudulento. No lo sé. Pero si sé que uno o más artículos a la semana, todas las semanas del año incluso en vacaciones es físicamente imposible. No les puede dar tiempo ni a leerlos.
Los comité de ética de la ciencia deberían pronunciarse al respecto y declarar nula la producción de autores cuya supuesta productividad desafía las perspectivas más elementales de lo que puede y no puede hacer un ser humano en esta materia. Es un insulto a la inteligencia que dura demasiado tiempo.
Y no, ser el jefe, ser director del laboratorio o la persona que consiguió la financiación no amerita para firmar un artículo. Amerita para ser contribuyente no autor. Siempre estuvo claro, pero ahora AÚN más.